Daniel Chavarría: "Esta no es un entrevista para que la lea Bush"

Cubadebate y Juventud Rebelde
Hoy cumple 70 años Daniel Chavarría, ese autor que suele atraparnos en las tramas de sus novelas durante el último cuarto de siglo.
JGB: Para no reiterar la consabida retahíla sobre tus grandes éxitos literarios ¿qué tal si mejor me hablas de tus grandes tragedias y reveses?
DCh: Tragedias no he vivido. No he padecido humillaciones destructivas como la cárcel o la tortura; ni he enterrado a ningún hijo, ni los he visto pasar hambre. Reveses sí, he tenido.
En mi adolescencia hubiera hecho pactos con el Diablo por volverme un concertista de guitarra, pero al cabo de dos años de estudiar 10 horas diarias, descubrí que no tenía talento. También hubiera pactado por llegar a GM de ajedrez y me sucedió lo mismo.
JGB: ¿Es cierto que a Cuba llegaste en el 69 como secuestrador de una avioneta?
DCh: Sí, pero prefiero no dar detalles, porque cuando Bush lea esta entrevista va a decir que Cubadebate y Juventud Rebelde han celebrado el cumpleaños de un terrorista disfrazado de escritor.
JGB: ¿Y qué va a decir entonces cuando se entere de que hace poco, Chavarría ha ganado en Nueva York el más codiciado premio policiaco del mundo?
DCh: Seguramente va a condenar que se haya premiado a un autor cubano y me va a congelar los derechos de autor.
JGB: Y por fin ¿cómo es la cosa? ¿Escritor cubano o uruguayo?
DCh: Muchas veces he dicho que soy un ciudadano uruguayo y un autor cubano; porque aquí escribí mi primera novela de gran circulación y he dedicado el grueso de mi obra a este pueblo y sus hazañas. Pero ya tú ves, aunque puedo escribir como cubano, sigo hablando como rìoplatense...
JGB: ¿Y nunca has pensado en escribir una novela ríoplatense?
DCh: Para poder escribir como un autor uruguayo tendría que regresar y pasarme un par de años por allá. Hoy me fallaría el vocabulario, y hasta la sintaxis... Al cabo de 34 años en Cuba, tengo la pluma muy aplatanada.
JGB: Y para el periódico de la juventud cubana ¿qué opinas de ella?
DCh: Pregunta difícil, a la que de buena gana le haría un dribbling; pero como le prometí a mi mujer que no iba a decir más mentiras, te la responderé con franqueza. La juventud que veo a diario en las calles de mi barrio (La Rampa) no me entusiasma; y la que trato en círculos literarios tampoco: son demasiado europeoides y carecen de indulgencia histórica para valorar los defectos de la Revolución.
Yo, que pertenezco a la generación del entusiasmo, tengo que apelar a veces a toda mi tolerancia. Sé que en Cuba hay problemas, carencias y demás, pero los aspectos negativos del presente revolucionario suman diez centímetros y las virtudes un metro y medio. Y cuando jóvenes intelectuales, en su despiste político, suelen verlo al revés, yo me indigno; pero me consuelo al saber que hay otros jóvenes cubanos con los que un viejo lobo de bar como yo, no suele empatarse.
Son los que están en sus escuelas, fábricas, hospitales. Esos jamás acuden a los locales de mi circuito. Tampoco me es accesible la juventud que hoy presta servicios médicos, docentes, solidarios, en África, América Latina y otros países del Tercer Mundo, a la que considero flor de la especie cubana.
Como ves, no te puedo dar una única opinión...
JGB: ¿Y en tu literatura, qué papel asignas a la juventud cubana?
DCh: Mi literatura son otros cinco pesos... Primero permíteme reiterarte que sólo me interesan las novelas, y que las escribo en tres vertientes: novela política de aventuras, novela histórica y la picaresca. En esta última, donde mezclo sexo, comedia y policíaco, los jóvenes son protagónicos.
Me interesan sobre todo para entender aspectos poco mencionados de nuestra patología social. Y pese a que yo vivo atrincherado en defensa de la Revolución, he aprendido a evitar la literatura eufemística.
El eufemismo y la literatura se dan de patadas. Una literatura sin conflictos, aburre, nadie te la cree. En mi picaresca, por ejemplo, sería fatal que me dedicara a elogiar los éxitos revolucionarios en la educación o salud pública.
El policiaco te exige marginalidad, violencia. Y para que las tramas sean convincentes tienes que valerte de personajes reales e introducir conflictos. En mi novela El rojo en la pluma del loro, por ejemplo, yo trato con mucho cariño un personaje socialmente negativo.Se trata de una joven jinetera, que por supuesto no estudia ni trabaja. Se prostituye. Pero al mismo tiempo es un ser luminoso, leal, valiente, capaz de arriesgarse e ir presa por defender una causa justa.
A mí me parece válido, desde la literatura, estudiar el dramático destino de muchos marginales, procedentes del campesinado o de la clase obrera, para quienes precisamente se hizo la Revolución, y que en parte por su mala suerte, desestiman las oportunidades que se les ofrece y terminan en el delito y la cárcel.
Y en este caso de la picaresca cubana, muy fértil para propiciar una reflexión crítica sobre nuestra sociedad, uno debe enganchar al lector con la envoltura light, y con la amenidad descafeinada de la comedia policiaca y el sexo. Luego, para que el mensaje ideológico resulte eficaz debes tirar la piedra y ocultar la mano.
JGB: Y volviendo al cumpleaños ¿qué se siente al llegar a la provecta edad de los 70?
DCh: Chico, yo nací en el 33; y como a los 9 ó 10 años, cuanto tomé conciencia de que nos acercábamos al final de un milenio, saqué la cuenta de que para llegar al 2000 tenía que vivir hasta los 67 y me pareció una meta difícil. Ignoro cuál haya sido la esperanza de vida de un uruguayo en 1943, pero uno veía poca gente de 80 años como ahora. Y a mis ojos de entonces un hombre de cincuenta años era ya un anciano. De modo que a veces me maravillo de haber llegado a los 70.
Sin embargo, en mi caso opera un fenómeno que me ayuda a no sentirme viejo. Tú dirás que me estoy dando cranque con fenómenos raros para camuflajear mi decrepitud; y quizá sea cierto. Pero recuerdo que ya al cumplir los 20 me sentía viejo. La vida se me había escurrido sin dar cima a casi ninguno de mis proyectos infantiles. Lo mismo me volvió a pasar a los 30. Recuerdo que estaba en Mendoza, Argentina, lejos de mis hijos, con un matrimonio medio fracasado, económicamente mal, revolucionariamente frustrado, y el día de mi cumpleaños, en el cuarto de la pensión donde vivía, me encerré a llorar por el fracaso de mi vida.
Me volvió a pasar a los 40, pero no a los 50, porque en Cuba ya me había hecho escritor a los 45; y fue como empezar una vida nueva, un largo aprendizaje. Te diré más: esta condición de escritor tardío me permitió viajar, conocer mundo, acopiar vivencias, cultura, anecdotario, y me propició el saltarme muchas tonterías que habría escrito de joven. Me permitió también verificar aquello de que Ars longa, vita brevis, porque en este largo aprendizaje del escritor, yo sólo llevo 25 años. Y eso me hace joven; me convierte en un aprendiz de escritor, al que le quedan todavía muchos secretos del oficio por descubrir.
Téngase en cuenta que un novelista standard, publica sus primeras narraciones a los 25 años, y cuando lleva 25 años en el oficio sólo ha cumplido 50, es decir 20 menos que yo. Por eso insisto en que a mi condición de escritor tardío y aprendiz, debo la juventud que hoy siento. Puedo decir que con la literatura, en Cuba me saqué la lotería.
JGB: Conversar con Daniel Chavarría es tan apasionante como leer la ágil prosa que forman sus libros, por lo que su ficha bibliográfica, premios y otros datos se los ofrezco en un recuadro. Y como tengo frente a mí a un hombre además de culto, políglota, le pregunto: ¿Cuántos idiomas conoces?
DCh: -Yo hablo bien francés, italiano, inglés, alemán... Si voy a Brasil al cabo de una semana habló portugués, y me olvido del italiano, y si voy a Italia recupero el italiano y pierdo el portugués. Y claro, español, latín y griego. Si sumas la base lingüística a los vagabundeos míos, se logra aprender idiomas con facilidad.
JGB: ¿Utilizas elementos autobiográficos en tus novelas?
-Tengo una sola novela autobiográfica, Aquel año en Madrid, que es una historia real, mientras en Allá ellos plasmo parte de mis vivencias en el Amazonas, cuando me fui con un grupo de buscadores de oro.
JGB: ¿Tienes alguna terminada que desconozcamos tus lectores?
DCh: Dos inéditas, totalmente terminadas. Una está esperando publicación en Italia y España.
JGB: ¿Entonces ahora estás "de vacaciones"?
DCh: Nada de eso: estoy concluyendo una tercera en estos días. Novelas voluminosas las tres, corresponden a una amalgama que estoy haciendo de la novela de aventura. Yo adoro la novela de aventura, es realmente lo que más me gusta, creo que la gran literatura de todos los tiempos ha sido la aventura. En nuestro tiempo la aventura se ha repartido un poco entre la novela policíaca y la de espionaje... La novela de aventura desligada de lo policíaco es muy infrecuente. Las mías tienen siempre algún elemento ligado con la intriga, la violencia, la marginalidad, en fin varias cosas que corresponden a la atmósfera policíaca, y estas tres, son nuevamente la misma fórmula: gran entretenimiento dirigida a un gran público, con un cuidado muy especial por la amenidad, que la trama coja al lector desde la primera página y no lo deje soltar el libro. Eso para mí es fundamental.
JGB: ¿Qué podemos adelantar de las tramas?
DCh: Una se llama Príapos, que es una aventura en un barrio marginal de La Habana y una especie de estudio de personajes: cinco muchachos que se crían en el barrio y tienen destinos muy distintos. Otra se llama Viuda de Sangre, que es una historia cosmopolita, una de esas historias locas, en las que a mí me gusta recrear personajes de todas partes. Traigo una princesa rusa y la meto en la Ciénaga de Zapata, la revuelvo con un millonario norteamericano, pero es una novela muy cubana y trata de un asesinato en los años 50.
Y lo que estoy terminando ahora es una novela ambientada en Europa, pero destinada a fundamentar la Batalla de Ideas, o sea una denuncia a la hipocresía de Occidente contra el Tercer Mundo, la denuncia de la crueldad. Y es también una novela de gran amenidad.
JGB: Adiós muchachos fue el premio Edgar Allan Poe. Lo recuerdo no para dar pie a una pregunta, sino a la despedida: Adiós Daniel, hasta le entrevista de los 80. Mientras... vamos leyendo tus libros.
DANIEL "EN CIFRAS"
Daniel Edmundo Chavarría Bastélica nació el 23 de noviembre de 1933 en San José de Mayo, Uruguay. Reside en Cuba desde 1969. Hablante fluido de cinco lenguas europeas, entre 1975 y 1986 ha sido traductor de literatura alemana para el Instituto Cubano del Libro y profesor de Latín, Griego y Literaturas Clásicas en la Universidad de La Habana.
Es esencialmente un novelista y confiesa que detesta tener que escribir otras cosas, sobre todo cartas a su familia; pero a veces por necesidad o compromisos, ha escrito también cuentos, guiones para cine, un serial para TV, textos docentes, relatos autobiográficos, artículos literarios y políticos, de los que por expresa voluntad suya no doy cuenta en esta entrevista.
Y de sus novelas (trece hasta el momento), sólo ha permitido mencionar las siete que él considera más dignas. Esta prohibición me la ha impuesto de forma tímida pero irrestricta, y se la he concedido como regalo por su septuagèsimo cumpleaños. Son ellas, pues, con sus premios: El rojo en la pluma del loro, 2001 (premios 6 y 3); Adiós muchachos, 1994 (5); Aquel año en Madrid, 1999 (única no premiada); El ojo de Cibeles, 1993 (7, 8, 9 y 3); Allá ellos, 1991 (4); La sexta isla, 1984 (3), y Joy, 1978 (1 y 2).
Los números se corresponden con los siguientes galardones:
(1) Premio Aniversario de la Revolución, La Habana 1975.
(2) Premio Capitán San Luis, a la mejor novela policiaca publicada en Cuba durante la década 70-80.
(3) Premio de la Crítica, La Habana, otorgado anualmente por el Ministerio de Cultura.
(4) Premio Dashiell Hammett, Gijón 1992, a la mejor policiaca en lengua española del año 1991.
(5) Premio Edgar Allan Poe, New York 2002, otorgado por la Mystery Writers of America. a la mejor novela policiaca publicada en EE.UU (en inglés), durante el año 2001.
(6) Premio Casa de las Américas, La Habana, 2000.
(7) Premio Planeta-Joaquín Mortiz, México, 1993.
(8) Premio de Educación y Cultura, Montevideo, 1994.
(9) Premio Ennio Flaiano, Pescara, 1998, a la mejor novela publicada en Italia en 1997 por un autor no europeo.
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